El avance imparable de la inteligencia artificial está transformando el mundo de la creación literaria. Herramientas capaces de generar relatos, novelas e incluso poesía en cuestión de segundos plantean una pregunta tan fascinante como compleja: ¿quién tiene los derechos de autor de una obra creada por una IA?
El vacío legal: una normativa que no llega a tiempo
A día de hoy, la mayoría de legislaciones —incluyendo la española y la europea— no reconocen a las inteligencias artificiales como sujetos legales. Es decir, una IA no puede ser autora de una obra, ni puede poseer derechos de propiedad intelectual. Entonces, ¿a quién pertenecen los derechos?
Generalmente, los derechos se asignan a la persona o entidad que ha utilizado la herramienta, pero esta solución no está exenta de controversia. ¿Es lo mismo generar un texto con una instrucción básica que construir una narrativa compleja con múltiples indicaciones humanas? La delgada línea entre «usuario» y «coautor» sigue sin estar claramente definida.
Dilemas éticos: originalidad, plagio y responsabilidad
Más allá del aspecto legal, surgen cuestiones éticas igualmente espinosas. Muchas IA se entrenan con grandes volúmenes de datos, incluyendo obras protegidas por derechos de autor. ¿Hasta qué punto es ético que un algoritmo “aprenda” a escribir leyendo miles de libros sin permiso expreso de sus autores?
Además, se plantean dudas sobre la originalidad: ¿puede una obra generada por IA considerarse genuinamente creativa? ¿Estamos ante una simple recombinación de ideas preexistentes?
Y, en caso de que una obra generada por IA cause controversia, daño o contenga contenido sensible, ¿quién asume la responsabilidad? La figura del editor podría adquirir un papel más complejo que el de simple supervisor técnico.
El papel de las editoriales ante esta nueva realidad
Las editoriales están comenzando a posicionarse. Algunas optan por integrar la IA como herramienta de apoyo para corrección de estilo, resúmenes o fichas de lectura, mientras que otras exploran modelos de publicación donde la IA tiene un rol más creativo, aunque siempre con supervisión humana.
Lo cierto es que, mientras el marco legal se pone al día, muchas editoriales optan por una postura de cautela. La transparencia, la atribución clara del origen de los textos y el respeto por los derechos ajenos son ya claves imprescindibles para moverse en este nuevo terreno.